Abierto desde 1970, es uno de los emblemas de la Capital Hispalense y del barrio de Triana, conocido por su «pajarito frito»
El Bar Casa Ruperto abrió sus puertas en 1970 en el popular Barrio de Triana (Sevilla), concretamente en la Avenida Santa Cecilia número 2. Su propietario por aquel entonces, Ruperto Blanco, montó antes Casa Ruperto en la calle Castilla y luego en la calle Alfarería, siempre dentro de Triana. Ahora es José Manuel Caro, sobrino de Ruperto, quien regenta el negocio.

Este local es un punto de encuentro de los más fieles amantes de lo clásico. Local muy simple (menos es más), con una zona interior y una gran terraza, aprovechando los bajos de un edificio.
Encontrar hueco es una odisea los fines de semana y en horas claves del día. Hay que destacar que no tiene asientos. La zona interior está compuesta de una gran barra y espacios para apoyar los vasos y platos, pero no tiene mesas. En la terraza sí que hay mesas altas, y algunas bajas, pero sin taburetes para sentarse.
Referente a su comida, el producto estrella de este establecimiento son los “pajaritos fritos”, aunque en realidad son codornices. Exactamente hablamos de codorniz frita en adobo. Una de las claves de su éxito está en la maduración de la carne, un secreto muy bien guardado en la casa. Cuesta creer que una codorniz pueda quedar sabrosa al freírla, pero no hay nada mejor que probarla para que den crédito a estas palabras que leen. Sevillanos de todas partes de la ciudad acuden a este negocio solo por ese plato, siendo también una parada obligatoria para los turistas.
Otro de los platos clásicos que sirven son los caracoles y cabrillas, la otra especialidad de la casa. Además de esto, sirven una variedad de montaditos, es decir, pequeños bocadillos, bastante buenos.
La cocina de Casa Bar Ruperto fue premiada en 1987 por la Sociedad Gastronómica de Nueva York con el galardón Garbanzo de Plata. Además, en 2022 se hizo con el premio a las mejores cabrillas de Sevilla dentro del Concurso de caracoles y cabrillas de GURMÉ.
El Bar Ruperto es, sin duda alguna, una visita obligada en Sevilla. Quizás no para comer, pero si para deleitarse con una cerveza y uno de sus «pajaritos».

